Pedir a los políticos que entonen un mea culpa es una ingenuidad que no espera nadie en estos tiempos que corren.
Muy deseable sería que cada partido y cada político hiciera examen de conciencia para sacar algún aprendizaje, de modo que nunca más se volviera a repetir este lamentable espectáculo.
Pero a nosotros, los ciudadanos, nos bastaría ahora con que sacaran una bandera blanca en el congreso y se propusieran no volver a cruzarse más acusaciones.
Que, lo que haya que investigar, lo investiguen los jueces.
Al congreso no se va a lanzar hipótesis sobre nadie, y mucho menos del contrario. Ni siquiera acusaciones fundadas. No se dictan sentencias. Se construyen realidades.
Que el presunto culpable sea juzgado y, si es el caso, sentenciado para cumplir la pena que la ley dicte.
Al congreso se va a trabajar por los ciudadanos.
Los políticos se agarran al “tú más” creyendo que así evitan perder la credibilidad de quienes les votaron, pero es todo lo contrario. El político que tenga la valentía y la sabiduría de callar o pronunciar a tiempo las palabras capaces de zanjar una disputa absurda, antes de que esta germine en el ánimo de todos, es quien se llevará el mayor mérito ante todos los ciudadanos.
¿Y cómo se zanja una discusión absurda que no lleva a nada? Hablando de lo que sí lleva a algo. Hablando de lo necesitamos todos.
Los medios, por su parte, se hacen eco de cada acusación porque la actualidad les da de comer, pero en este guerra política ellos también tienen parte de responsabilidad. Porque los ciudadanos no se crisparían si los medios no se hicieran eco de tan patéticas escenas.
Ellos también creen ganar algo. Creen que aumentan su audiencia analizando la actualidad aunque sea desmoralizadora. Cuando solo están logrando lo contrario.
Cada vez que pongo la tele, espero ingenuamente escuchar algo nuevo. Y, sí, escucho una nueva acusación.
No obstante, nosotros los ciudadanos, que somos muy comprensivos, tampoco vamos a pedirles a los medios que dejen de hacerse eco de todo aquello a lo que puedan sacarle un lucroso jugo.
Pero sí les vamos a decir que nos negamos a recoger sus largas e inútiles disquisiciones, porque tampoco nos abren el futuro, ni son las informaciones y análisis que necesitamos oír.
Nosotros, los ciudadanos, tenemos el poder de encender la tele o apagarla, de ir a votar o quedarnos en casa en las próximas elecciones si continúan todos por el mismo camino.
Esta es una pugna, creo yo, entre los dos grandes partidos que han visto amenazados sus perpetuos privilegios con la diversifición de partidos y están sacando los intestinos en medio de una vomitiva agonía.
Lo que yo concluyo de todo lo que hemos vivido estos últimos años es que en el gobierno no debería estar ningún partido más de cuatro años. No hay que dejarles que se aposenten, que se aprendan las triquiñuelas, que den por sentado nada. Que se crean inmunes.
Para ellos, gobierno es igual a poder. Hay que sacar la lacra del poder y quedarnos solo con el gobierno, que ni siquiera es gobierno, sino gestión.
El gobierno debería ser el que gestionase el esfuerzo de todas las fuerzas trabajando en conjunto, vigilados, todos ellos, muy de cerca por los ciudadanos, por medio de frecuentes consultas y de una ley de responsabilidad política.
Deberían eliminarse del vocabulario: izquierdas, derechas, fascismo y comunismo. Basta ya de retrógrados insultos o soflamas. Puede ser que aún existan esos espíritus revoloteando como ancianaa mariposaa, pero solo para dejar al descubierto agónicos despechos o terrores.
Lo que el futuro reclama, lo que el presente nos pide es reconciliación. La unión y el encuentro en la diversidad para el bien de todos los seres humanos y no solo de nuestra ciudad, de nuestro país o nación, de nuestro continente. Todos estamos ligados a un mismo destino. Y lo que perjudica a unos termina por salpicar a todos los demás.
Nosotros, los ciudadanos, necesitamos saber que todos los partidos van a buscar juntos las soluciones a los problemas más acuciantes.
Necesitamos saber que se nos va a tener en cuenta antes de tomar aquellas decisiones que afecten a todos, por medio de referéndums.
Necesitamos saber que sus intenciones son de verdad las de estar al servicio de su país, y no al revés.
Nosotros, los ciudadanos, también tenemos la forma de expresar nuestro más absoluto rechazo a esta forma de hacer política, y no es entrando en su juego para adherir a uno u otro, o al más contrario.
Aquí lo que procede es que todos nos unamos para dar una lección de ciudadanía ética y moral apagando la tele cuando nos metan donde no queremos estar y negándonos a votar cuando el congreso no sea lo que nosotros esperamos de él.